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A propósito del Día Internacional contra el Dengue, y aprovechando la actualización del informe de situación sobre Venezuela de la Ocha, conversamos con Patricia Valenzuela y Luis Echezuría, especialistas, sobre algunas claves para entender el contexto y la necesidad de exigirle al Estado programas de control vectorial 

María Jesús Vallejo

Entre enero y agosto de 2022, Venezuela ha reportado 3.199 casos de dengue y tres muertes, de acuerdo con cifras oficiales aportadas a la Plataforma de Información en Salud para las Américas (Plisa) de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Del total, 10 se registraron como casos graves. 

A propósito del Día Internacional contra el Dengue, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha) actualizó el informe de situación sobre Venezuela, en el que detalla que las enfermedades como dengue, chikungunya y zika se mantiene con cifras estables: durante igual período de 2021, se acumulaban 4.009 casos de dengue. 

Aunque la cifra se ha reducido luego de 2018, Patricia Valenzuela, médica internista y vicepresidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología (SVI), asegura que no se puede saber si esos 3.199 casos reportados son la cantidad real. El primer factor a considerar es la pandemia por covid-19: todos los esfuerzos estaban concentrados en la atención del coronavirus y mucha gente, con las medidas de confinamiento, decidía quedarse en casa a pesar de cualquier malestar. 

Con esto coincide Luis Echezuría, epidemiólogo, pediatra y también miembro de la SVI, quien asegura que la falta de datos oficiales impide conocer el contexto en profundidad, tanto del dengue como de otras enfermedades. Además, detalla que las medidas sanitarias asumidas por la pandemia explican una reducción de los casos, junto con la escasez de gasolina que redujo la movilización. 

Valenzuela cuestiona que no hayan aumentado los casos de dengue a pesar de la temporada de lluvias -ideal para la formación de criaderos-; además, explica que el sistema sanitario público no tiene la capacidad para diagnosticar, porque no cuenta con los insumos para hacer pruebas serológicas (inmunoglobulinas IgG e IgM) y la carga, en su mayoría, la tiene el sector privado.

“El hecho de que nos informen que los casos de dengue son pocos no necesariamente significa una mejora, porque si no estás haciendo pruebas, no puedes saber. Números bajos no significa que haya control o medidas eficientes”, dice.

Poblaciones en riesgo

Echezuría precisa que los grupos más vulnerables son niños, adultos mayores y personas con enfermedades de base, como endocrinas o cardiovasculares. 

Valenzuela concuerda y asegura que el dengue siempre ha sido motivo de preocupación entre niños y niñas de 2 años o menos porque se deshidratan con facilidad y puede ser grave y comprometer sus vidas. Recomienda el uso de mosquiteros y repelentes; insiste en que hay que verificar que sean productos aptos para niños y niñas porque, de lo contrario, podría devenir en una intoxicación. 

También, es importante evitar las acumulaciones de agua, como las que se hacen en las flores, los materos y los suelos de regaderas o duchas. “Cualquier espacio de agua empozada puede ser un criadero”, dice. 

Ambos especialistas coinciden en la necesidad de compartir la información con todas las comunidades, lo que implica un trabajo conjunto para mantener en óptimas condiciones los espacios comunes como los jardines y estar al pendiente de las tuberías, porque cualquier avería puede significar la reproducción de los vectores. 

El epidemiólogo afirma: “La participación de la población es muy importante para el control de los mosquitos, en la lucha contra sus dos formas o etapas de vida, es decir, la fase acuática: criaderos, residuos sólidos, para evitar y eliminar los huevos, larvas y pupas; finalmente, la etapa de adultos voladores, que son los que ‘se alimentan de sangre humana’, que es fundamentalmente la fumigación, que no se aprecia o ve en forma de programa (público) serio”.

Ni prevención, ni control

Como lo expone la especialista, lo que se espera de la temporada de lluvias es que aumenten los caso por la formación de los criaderos del mosquito Aedes aegypti, que según la Organización Mundial de la Salud, la especie causa 50 millones de infecciones por año, y cuyos huevos pueden secarse y reactivarse con las precipitaciones hasta un año después. Por eso, las medidas de prevención deben incluir fumigación y mantenimiento de espacios y eliminación de criaderos. 

Las campañas de prevención de dengue y otras enfermedades infecciosas que se transmiten a través de vectores (mosquitos), son pocas o nulas, afirma Valenzuela. Opina que la población venezolana ha aprendido a identificar el dengue y a manejar la prevención dentro de las casas, pero no hay una política pública que involucre a las comunidades. Además, las fallas con el servicio del agua obligan a la mayoría de las familias a almacenarla, lo que se convierte en un riesgo por la posibilidad de tener criaderos. 

Frente a la falta de respuesta del Estado, Valenzuela sugiere exigirles a las alcaldías o distritos sanitarios la reactivación de las cuadrillas de identificación y eliminación de los criaderos. Una vez que se conoce de un caso de dengue, el tratamiento o fumigación debe hacerse a lo largo de 10 cuadras, orientándose con los puntos cardinales. Insiste en que es imperativo denunciar ante las autoridades la necesidad de hacer control vectorial, pues la prevención y educación comunitarias no son suficientes.