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A propósito del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, conversamos con parte del equipo, aliados y personas beneficiarias sobre cómo, desde la sociedad civil, se puede generar un impacto positivo en medio de un contexto marcado por las desigualdades y la violación sistemática de los derechos humanos 

María Jesús Vallejo

Cuando Luis Hidalgo, gestor de información de Acción Solidaria, comenzó a formar parte del equipo del Programa de Respuesta Humanitaria en Salud, no había un lugar donde guardar las donaciones, ni sistematizaciones de las entregas, ni un registro de las alianzas que, poco a poco, se iban construyendo. En 2017, cuando la idea ya cumplía un año como respuesta a la Emergencia Humanitaria Compleja en Venezuela, la organización contaba con una red de apenas 48 aliadas. Han pasado seis años y son 195 en 19 estado del país. 

Una de esas organizaciones es Fundase, ubicada en Carabobo. Pedro González, presidente, explica que la donación de medicamentos e insumos médicos, en alianza con Acción Solidaria, comenzó en 2018 y hasta ahora ha podido beneficiar a 11.892 personas, además, se han realizado jornadas de pruebas de despistajes del VIH.

Para Pedro, el impacto que tiene la asistencia humanitaria en las comunidades es vital, porque son poblaciones aisladas de los centros de salud y de las farmacias; tampoco tienen acceso a la información. Por eso, en Fundase crearon una central telefónica a la que reciben cerca de 600 llamadas diarias. 

“Se puede ayudar a las personas, (la alianza) nos ha enseñado muchas cosas, es importante para la comunidad, sobre todo para las personas más vulnerables. Hay muchas necesidades en el estado, en el país”, dice Pedro.  

Una necesidad mundial

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la asistencia humanitaria es una forma de solidaridad o cooperación que, generalmente, se brinda a poblaciones pobres o que han sufrido crisis humanitarias como consecuencia de fenómenos ambientales o conflictos armados y que responde a los principios de humanidad, neutralidad e imparcialidad.

Hasta diciembre de 2021, se estimaba que 274 millones de personas en 63 países necesitarían protección y asistencia humanitaria. En Venezuela, según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), durante los primeros cuatro meses de 2022, la respuesta humanitaria alcanzó a 942.000 personas en todos los estados del país. 

Aunque las necesidades son múltiples, en un contexto de vulneración sistemática de los derechos humanos, Acción Solidaria ha puesto su foco en la salud, a través de la donación de medicamentos, insumos médicos y productos de higiene personal y bioseguridad. En seis años, se han atendido a más de 300.000 personas.

Una de ellas es Marcella Viottado, jubilada de la estatal Petróleos de Venezuela S. A (Pdvsa) y habitante del municipio Libertador de Caracas. Cuando comenzaba la crisis humanitaria, ella llegó a Acción Solidaria gracias a las redes sociales, había escasez de medicamentos en el país y, además, ya no contaba con beneficios laborales como seguro médico, por lo que debió recurrir a ONG para conseguir medicamentos para ella y para su hijo. 

Recuerda que cuando consultó a revendedores, se sorprendió muchísimo con el precio  al que le ofrecían las medicinas. Aunque ahora puede comprarlos, porque se ha abastecido el sistema farmacéutico y se reactivaron los servicios de la empresa para la que trabajó por 40 años, considera fundamental el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil, porque, dice, son una gran ayuda para quienes viven en situación de pobreza. 

La prioridad es la alimentación

Loderana D’Emilio, analista telefónica y también habitante de Libertador, coincide y opina que la economía venezolana no ha mejorado. Hace un par de años, pudo obtener varios tratamientos gracias a Acción Solidaria. Cuenta que sí se conseguían en farmacias, pero no podía costearlos. “Este tipo de ayudas es importantísima porque los medicamentos están muy costosos. (… ) Incluso comprar antibióticos se hace inaccesible”, dice.

Si bien la economía Venezuela ha mostrado un rebote en el último año, la realidad de la mayoría de las personas es que el salario, aunque esté dolarizado, es insuficiente. 

El informe La Encrucijada de la Salud: entre comida y medicamentos, de la Unidad de Exigibilidad de Derechos Humanos de Acción Solidaria, muestra que, de 399 personas encuestadas, 9 de cada 10 utilizan la mayoría de sus ingresos para los gastos de alimentación y relegan necesidades relacionadas con la salud. De esta muestra, 75% no cuenta con seguro médico privado y cuando se preguntó acerca de condiciones de salud, las tres que más se repiten son hipertensión, VIH y diabetes. De estas personas, al menos un tercio no ha tenido acceso a tratamiento médico en los últimos seis meses. 

Jhony Gómez, supervisor de farmacia de la organización, considera que el programa ha contribuido a mejorar la calidad de vidas de miles de personas en el país: les da medicamentos y reconoce su existencia y sus necesidades. “La satisfacción está en que tú sabes que no tienes la realidad que tienen otras personas y, desde tus privilegios, generas un impacto positivo”, cuenta. 

¿Qué más se puede hacer?

Eliezer Alvarado, presidente de Huellas Positivas, detalla que, a pesar de no poder dar todas las respuestas que quisiera, pasó de atender a 650 personas durante 2018 a 2.350 en varias comunidades de Barinas, Portuguesa, Lara, Táchira, Apure y Carabobo en lo que va de año.  

A la alianza con Acción Solidaria le atribuye parte del crecimiento de la organización que fundó para atender a personas que viven con VIH: ha sumado herramientas para brindar más y mejor asistencia. Eliezer sabe que siempre se puede mejorar, por eso no duda en manifestar su deseo de ayudar cada vez a más personas. 

Luis Hidalgo, que ya tiene cinco años como parte del programa, afirma que ayudar a tantas personas es lo que lo mantiene en Venezuela: “No solo ayudamos en Caracas, sino a otros estados. Claro, siempre con miras a llegar a todo el país”.