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En Venezuela 1 de cada 4 mujeres no cuenta con productos de higiene menstrual en su hogar, esto la obliga a usar alternativas antihigiénicas e improvisadas que pueden producirle infecciones, así como hacerle perder días de clases y trabajo

Natasha C. Saturno S.

Al acceso limitado o inexistente a productos sanitarios como toallas sanitarias, tampones y copas menstruales, se le denomina pobreza menstrual, y en Venezuela, de acuerdo al informe Ser Mujer en Venezuela de la Alianza ConEllas, se estima que el 25% de las mujeres no cuenta con estos productos en sus hogares o su disponibilidad es limitada.

Hablar de pobreza menstrual es importante y necesario, incluso dentro de la Emergencia Humanitaria Compleja (EHC) que atraviesa nuestro país en estos momentos. La menstruación es un proceso biológico que las mujeres tienen desde temprana edad y que en promedio dura alrededor de 40 años, por lo que, su manejo genera una carga financiera mensual. Para muchos es dado por sentado, pero para personas empobrecidas y especialmente en contextos de crisis implica un esfuerzo económico inviable, muchas mujeres sacrifican la compra de productos de higiene menstrual por otros rubros como la alimentación.

Para tener una referencia: actualmente un paquete de toallas sanitarias desechables para un período promedio de 5 días, puede costar un dólar mensual, cuando el salario mínimo mensual se encuentra alrededor de los cinco.

Esta carga económica diferenciada que recae en las menstruantes, muchas veces las obliga a utilizar alternativas antihigiénicas e improvisadas, como el empleo de ropa vieja, cartones, papel higiénico, papel, para elaborarse unas compresas que funcionan como toallas sanitarias. En una encuesta levantada a usuarios y usuarias de Acción Solidaria en 2021, encontramos que 21% de las personas menstruantes ha tenido que sustituir productos de higiene menstrual por opciones caseras, como compresas hechas de paños, toallas o papel higiénico.

El gran problema con estos insumos es que pueden provocar, en el mejor de los casos, incomodidad y vergüenza y en el peor, infecciones que comprometan su salud.

Además, la pobreza menstrual genera que adolescentes y mujeres falten a días de colegio o de trabajo por no contar con los insumos para atender su menstruación. Esto claramente afecta su desempeño en ambos ámbitos y compromete su rendimiento académico o laboral, dificultando sus posibilidades de desarrollar su máximo potencial y acceso a mejores ingresos económicos, lo que lo convierte en un ciclo vicioso. En la misma encuestada citada, el 22% de las mujeres encuestadas señaló haber faltado al colegio o al trabajo por tener la menstruación.

Lo anterior, acentúa la brecha entre hombres y mujeres, es un problema de género: cuando una mujer no tiene acceso a productos adecuados para atender su menstruación, esencialmente está siendo discriminada por ser mujer. 

Adicionalmente, los estigmas y tabúes relacionados con la menstruación dificultan la conversación, de hecho, en la misma encuesta, sobre dos palabras con las que identifiquen el período, el 45% tuvo una asociación de palabras negativas o sintomáticas, donde se encontraron palabras como asquerosa, fatal, gasto, depresión, dolor y sangrado. Incluso, hubo casos donde algunos hombres se rehusaron a responder y calificaron la pregunta como un tema “de mujeres”.

Venezuela, como país en crisis, tiene muchos problemas, todos importantes, todos urgentes, y este es uno de esos desafíos que no puede continuarse ignorando, el Estado venezolano debe abordar el problema, aplicando recomendaciones que a pesar de nuestra emergencia, son factibles, y que han dado excelentes resultados en otros países; por ejemplo, la eliminación de los impuestos a estos productos.

Es imperativo abordar la agenda de género en el país, incluir este enfoque es la formulación de planes, estrategias y políticas públicas que permitan ofrecer respuestas aterrizadas a sus necesidades, dignificando a las mujeres y luchando contra la inequidad de género. Si algo queda claro, es que las mujeres son claves en todas las sociedades funcionales, prósperas y de bienestar. Atender sus necesidades debe ser una prioridad.