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Por Naiguel J. Baspe

La pobreza menstrual se refiere a la problemática a la que se enfrentan millones de adolescentes y mujeres en todo el mundo al no poder acceder a aquellos productos que aseguren una correcta higiene menstrual, ya sea por un tema de falta de disponibilidad de estos, o por problemas de asequibilidad (posibilidad económica de acceder a ellos).

Sobre este tema, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha establecido algunos elementos que se deben cumplir para que exista una correcta higiene menstrual, entre las cuales, se encuentran: uso de insumos que se encuentren limpios para absorber o recolectar material menstrual, que el mismo pueda ser cambiado en tiempo y forma, que haya acceso a agua y jabón para higienizar el cuerpo y  que existan lugares propicios para el desecho de los materiales utilizados.

Es decir, la pobreza menstrual es el término que engloba no sólo la falta de acceso a productos de higiene femenina, sino también, la dificultad de acceso a las instalaciones necesarias para higienizarse correctamente durante el período que dure la menstruación.

Un manejo de la higiene menstrual deficiente afecta la vida completa de las mujeres y adolescentes. La imposibilidad de acceder a los productos higiénicos necesarios al momento de tener la menstruación afecta la asistencia a nivel laboral, aumenta el ausentismo a centros educativos, y sobre todo restringe la participación en la sociedad.

En Venezuela por motivo de la crisis económica que atraviesa el país, las mujeres y adolescentes no tienen capacidad adquisitiva para acceder a los productos de higiene menstrual, por lo que, resuelven utilizando compresas temporales hechas de medias viejas, papel higiénico o cartones, lo que conlleva riesgos para su salud. Rubén Peralta, ginecólogo especializado en fertilidad y profesor de la Universidad de Carabobo, dice que estas prácticas aumentan la tasa de infecciones y que, aunque no hay estadísticas oficiales, estima que Venezuela debe tener un porcentaje de infecciones ginecológicas muy similar al de África subsahariana. No es solo una incomodidad: “Las infecciones ginecológicas son como cualquier otra infección, y pueden matar a las pacientes”.

Contraer una infección en una Emergencia Humanitaria Compleja es un peligro serio, pero más allá de esta coyuntura, la escasez de toallas sanitarias tiene una dimensión socioeconómica y de derechos humanos. Las mujeres que no tienen acceso a productos de higiene menstrual tienen más probabilidades de mantenerse en la pobreza, al perder días de clase o días de trabajo de forma reiterativa, esto destaca entre las conclusiones de  Human Rights Watch quienes además lo ven como una amenaza a una vida digna, porque se refleja “en muchos otros derechos humanos, tales como el derecho a la educación, al trabajo y la salud”. Lo anterior, además, aumenta la brecha de desigualdad con el género masculino.

En Venezuela, según la Asociación Civil de Planificación Familiar (PLAFAM) hay un 90% de escasez de suministros y medicamentos en el aparato público de salud. También estiman que los programas estatales o creados por las ONG de planificación familiar y atención de la salud sexual cubren solamente al 22% de la población, lo que resulta en la falta de acceso a productos de higiene menstrual y anticonceptivos.

Es propicio destacar que en el año 2016, Kimberly-Clark quienes eran uno de los líderes globales en productos de higiene, cerraron sus operaciones en el país. El gobierno de Nicolás Maduro tomó su planta, la rebautizó como Planta Productiva Cacique Maracay, y los productos desaparecieron de los anaqueles o se volvieron muy costosos. Al año siguiente, Johnson & Johnson paralizó su fábrica en Carabobo por falta de materia prima y porque en aquel momento producir un paquete de 32 toallas costaba más que el precio regulado por los organismos del Estado para su venta.

En la actualidad, las mujeres denuncian que consiguen varias marcas que imitan los productos de estas dos trasnacionales, con los mismos colores, tipografías y diseños, pero se llaman Nature, Aluays y Be Alive. Estos productos pueden llegar a costar hasta dos salarios mínimos mensuales, y suelen causar reacciones adversas. Es menester resaltar que estos productos circulan porque la resolución 263 contiene una lista de 1.055 productos de higiene que “no deben ser considerados insumos para la salud” y no requieren autorización sanitaria, es decir, los estándares de calidad que deben cumplir para salir al mercado son inferiores a los productos de mercados internacionales, trayendo como consecuencia, la afectación de la salud de las adolescentes y mujeres.

El Estado debe asumir los derechos menstruales como una preocupación de salud pública, garantizando entre otras medidas que productos de higiene menstrual estén libres de impuestos y se otorguen gratuitamente en las escuelas públicas, de esta manera, se disminuye la brecha de desigualdad de género y se apoya a las adolescentes y mujeres para su formación y acceso adecuado al trabajo.

Campaña para recolección de fondos para copas menstruales de #ConEllas

Actualmente, la alianza de 6 organizaciones (CEPAZ, Prepara Familia, FUNCAMAMA, Uniandes, Unión Afirmativa y Acción Solidaria) denominada #CONELLAS lanzó una campaña por el mes de noviembre para recolectar fondos para la compra de 400 copas menstruales para mujeres de base de sectores populares. Cada copa cuesta 12USD y tiene una vida útil de 10 años, lo que les permite a estas mujeres tener acceso a un producto de calidad para su higiene menstrual sin tener que hacer frente a los costos que representan la compra de toallas sanitarias de forma mensual (que pueden costar alrededor de 2 salarios mínimos).

Esta sencilla pero importante acción mejora considerablemente la vida de adolescentes y mujeres en situación de vulnerabilidad, disminuyendo la brecha de desigualdad de género y mejorando el acceso a su educación y trabajo. A continuación, dejamos el enlace de la campaña del GoFundMe para colaborar con el apoyo o difusión: https://charity.gofundme.com/o/en/campaign/for-women-con-ellas.