A propósito del Día Mundial del Paciente, que se conmemora cada 17 de septiembre, queremos recordar la razón por la que en la organización no utilizamos este término por el respeto y reivindicación que cada usuario tiene en su derecho humano a la salud y a la dignidad
Jackelin Díaz Landazábal
La estigmatización es un proceso social en el que se suele etiquetar, estereotipar y separar a las personas, relegándolas a un estatus inferior en el que normalmente sus derechos no están siendo considerados. Indistintamente de los avances en las especialidades médicas y las ciencias de la salud, cuando se refiere a tratar o abordar condiciones diferentes, el estigma asociado a los problemas de salud es un fenómeno que sigue aumentando. Es por ello por lo que en los últimos años se ha vuelto un tema de especial interés en el terreno de los derechos humanos.
Cuando hablamos de la palabra paciente suele ser un término estigmatizante debido a que se está dejando a un lado la dignidad de la persona humana. La Real Academia Española establece que la palabra paciente proviene del latín pati, que quiere decir “sufrir” o “soportar”.
Feliciano Reyna, presidente de Acción Solidaria, explica que uno de los grupos vulnerables que más ha sido estigmatizado bajo este concepto son las personas con VIH. Relata que antiguamente se les exigía aguantar, esperar y sus reclamos en su derecho a la vida eran minimizados.
Reyna también destaca que, por lo general, una persona que padece física y mentalmente una condición médica se expone a una situación de vulnerabilidad, en especial, cuando se habla de su autonomía e intimidad. En ese sentido, durante muchos años, grupos poblacionales han sido vinculados a ser pacientes y no se les consideraba personas que reclamaban su derecho a la salud, lo que contribuye, menciona Reyna, a desestimar la dignidad que cada ciudadano posee.
“El término paciente desafortunadamente ha contribuido a desdibujar a la persona. Cuando oímos a alguien decir ‘paciente con VIH’, ‘paciente oncológico o trasplantado’, te das cuenta de lo desdibujado que va quedando un ser querido si le asignan estas características que son englobantes, pero que no reafirman su entidad como persona que puede sobrellevar cualquier condición de salud”, refiere.
Más allá de esto, en Venezuela, el término paciente no se ajusta a la realidad de la mayoría de las personas con necesidades de atención médica. La Emergencia Humanitaria Compleja que afecta al país los ha excluido del sistema de salud público y, en su lugar, gran parte se encuentra en estado de desatención y sus derechos por consiguiente no son garantizados.
La importancia de los términos en el terreno de la exigencia y respeto por los derechos humanos históricamente está enlazado con el estigma y las consecuencias negativas que una persona pudiera padecer al estar catalogado bajo un término poco sensible ante la mirada de la sociedad. La estigmatización suele provocar el rechazo y discriminación que, para la víctima, actúa como una barrera de exclusión para participar diferentes área de la colectividad, como también para buscar, acceder y adherirse a los tratamientos.
Fue esta la razón por la que las palabras “sida” o “grupos de riesgo” han quedado prácticamente relegadas, por lo menos, en el ámbito del respeto a los derechos humanos. Su connotación negativa representaba una barrera para las personas con VIH. “El término sida era sinónimo de muerte, clínica, hospitalización. De esta forma, lo vinculaba a una limitante que nunca era asociada a una condición de salud que podría progresar bien para esa persona. Lo mismo con la definición de los grupos de riesgo que trajo muchas consecuencias al ser un término equivocado. Todo el que era gay o con hemofilia o usuaria de heroína ya era una factor de transmisión”, señaló Reyna.
La precisión del lenguaje en la búsqueda del respeto que merecen las personas en su derecho humano a la salud sigue siendo una materia pendiente de progresiva deconstrucción. La masificación del uso de términos erroneos pueden generar, como consecuencia, grandes efectos de discriminación y estigma contra poblaciones vulnerables. Es por eso que hoy, desde Acción Solidaria, elevamos la necesidad de un esfuerzo a través de la conversación y debate que trace un camino hacia un término reconocedor de la dignidad de las personas con condiciones de salud.
La noción de dignidad es reseñada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 que invoca en su artículo 1º que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derecho”. De esta forma, hace referencia al principio de la igualdad como base de los derechos que allí se consagran.
La necesidad de reivindicar el uso correcto de términos en el lenguaje de los derechos humanos surge con el objetivo hacer valer los derechos de las personas que viven con condiciones de salud y a su protección ante cualquier forma de discriminación. Un trato desigual y el estigma basado en el estado de salud, el género, la orientación sexual o una condición de discapacidad, entre otras, impide que las personas tengan acceso a servicios de prevención, tratamiento, atención y de apoyo.
En este sentido, son necesarios los esfuerzos en la lucha por garantizar el ejercicio pleno de derechos de las víctimas y los mecanismos para su protección, desarticulando estereotipos y prácticas discriminatorias en contra de las personas en situación de vulnerabilidad, con el fin de lograr una sociedad más igualitaria, libre de toda forma de discriminación y violencia.