Alejandro Hernández desde hace ocho meses no toma los antirretrovirales. La vida se le puso de cuadritos. Dice que no sale de una angustia, que está al borde del desespero y que no se quiere morir.
Caracas. Alejandro Hernández, de 49 años, saltó las barreras del tabú y la discriminación. Su salud no tiene precio y por eso no le importa que su nombre salga a la luz pública como paciente portador de VIH. Lo hizo desesperado por la crisis sanitaria actual. Desde hace ocho meses no toma los antirretrovirales.
“Eso me tiene angustiado, vivo desesperado, no me quiero morir”, narró en una nota de voz.
Hace cinco días se fue a Cúcuta con la esperanza de encontrar los medicamentos.
“Soy VIH positivo diagnosticado desde 2003. Hay fallas de antirretrovirales en las farmacias del IVSS, ¿ustedes tendrán el contacto de fundaciones que me puedan prestar el apoyo?”, escribió al portal.
Alejandro actualmente está desempleado. Aquí los familiares y amigos lo ayudaban con los costos de los exámenes y con estadía Cúcuta, Colombia. Allá vive en un cuarto con otros seis venezolanos más, que están en tránsito para Perú.
Come lo necesario y sale si la situación lo amerita, pues el presupuesto es muy corto. Tiene pensado regresar al país el 3 de diciembre. Sin embargo, la suerte tampoco ha estado de su lado. “Es muy difícil acceder a los tratamientos, pues hay muchos venezolanos en iguales condiciones”.
Desde 2003 vive con VIH. Ese año entró en una fase muy crítica que le produjo convulsiones.
Llegué al hospital en estado cianótico. El médico de turno dijo que tenía pocas horas de vida. Pero a uno nunca le falta Dios. La doctora Enoa, mi médico tratante actualmente, me refirió a El Algodonal, en Antímano. Ahí estuve por varios meses. Entré pesando menos de 30 kilos. Sufrí de atrofia muscular, dejé de caminar. Estaba muy crítico. No obstante, con los tratamientos me recuperé paulatinamente”.
En ese tiempo se puso en contacto con varias funciones y organizaciones no gubernamentales que lo ayudaban con los antirretrovirales. Luego lo refirieron al Centro de Inmunología de San Bernardino y cada vez que le cambiaban el esquema de tratamiento debía ir al Ministerio de Salud para que le autorizaran la entrega por las farmacias del Seguro Social.
Desde hace ocho meses no consigue el Viraday y eso lo puso en alerta. “Tengo miedo de caer en una crisis y morir. Me pongo en las manos de Dios”.
Hace poco recibió una donación de un esquema parecido al suyo, pero no quiso tomarlo por miedo.
Sigo a las ONG por las redes y me da angustia lo que ellos publican, no es nada alentador para el caso de los pacientes crónicos. Yo necesito mi tratamiento para mantenerme con vida. Trato de alimentarme lo mejor que puedo. Toda esta situación, más el estrés, atacan mi sistema inmunológico. Tengo un organismo indefenso. Por eso le pido a Dios que cambie las cosas en mi país, que todo mejore”.
Por ahora se recupera de una tendonitis en ambos pies que le dio por el viaje y ha superado cuadros de gripe.
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Fuente: Mabel Sarmiento / Crónica Uno