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Hay un subregistro de la enfermedad. Hay portadores que no se controlan una vez conocido el resultado de las pruebas, otros andan por la vida sin conocer realmente cuál es su carga viral. Temen exponerse a la discriminación y al rechazo.

Caracas. Una mujer seropositiva que llegó a las 5:00 a. m. a un centro asistencial del estado Táchira fue atendida luego del mediodía. La dejaron de última para que no contaminara el espéculo y la camilla.

Parecen cosas del siglo pasado. Pero está sucediendo en la Venezuela actual, donde no hay garantías del derecho a la salud y donde se ha marcado un notable retroceso en la prestación del servicio.

La mujer aguantó hasta el final. Pero salió devastada de la consulta, ya sufrida por la escasez de medicinas, por la falta de alimentos y nutrientes y además porque ya resulta un esfuerzo adicional tener que llegar al hospital cuando ni siquiera transporte público hay en el país.

En el Metro, en la cola de la panadería, en el carrito por puesto, en el banco, en el trabajo, en la escuela. En cualquier escenario posible pueden estar una o más personas infectadas con VIH.

No deberían ser un riesgo si supieran que son portadores, si tuvieran sus antirretrovirales o si el Estado, garante de su salud, hiciera campañas permanentes y eficaces para minimizar el virus. Sin embargo, eso no sucede aquí.

En Venezuela las cifras que se manejan de los ciudadanos con el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, VIH, son las que luego de un trabajo de hormiguitas levantan las ONG que velan por el derecho a la salud.

Actualmente, según Codevida, 18,7 millones de personas tienen condiciones de salud de mayor prevalencia, incidencia y mortalidad en Venezuela y no tienen garantías de acceso a diagnósticos ni a tratamientos. De ese total se destacan 77.000 que, con VIH, desde abril de este año no tiene antirretrovirales.

Y más grave aún, sostuvo Luisa Kislinger, a partir 2013 debido a la escasez de pruebas diagnósticas y a la debilidad del sistema de salud que impiden acceso a los servicios hubo una disminución drástica de los casos de VIH. “El Plan Maestro dice que hubo un cambio en el instrumento de recolección en la data y por eso hubo una disminución importante”.

Incluso hay nuevos casos que no están en control. Son mamás positivas que tienen bebés portadores y por estar cuidándolos no van a consultas.

“Las personas con VIH se han visto seriamente afectadas por la crisis de salud, habiéndose registrado un retroceso en el acceso a tratamientos, servicios, diagnósticos y atención. Las mujeres no tienen acceso a terapias antirretrovirales, pruebas diagnósticas ni a fórmulas lácteas para prevenir la transmisión vertical de madre a hijo tras el nacimiento y, además, deben enfrentar el estigma y la discriminación en establecimientos de salud”, dijo Kislinger, internacionalista, exdiplomática y activista por los Derechos Humanos —y en especial defensora de las mujeres—durante el “Primer Encuentro Naranja, mirada por los Derechos Humanos de las mujeres en Venezuela”.

La especialista presentó datos parciales de un estudio hecho en 8 estados del país, el cual demostró que la mujer con VIH está exacerbada. No tiene alimentos con nutrientes, no tiene pasaje para trasladarse a sus consultas y cuando está en el hospital —donde no hay agua para su debida atención— es la última en ser atendida, como en el caso de la mujer que inicia esta nota.

“Todavía hay mucha discriminación y segregación con estos pacientes. Entendemos las dificultades del personal de salud, trabajan sin insumos, pero dejarla esperando para que no contaminara el espéculo y la camilla es algo inhumano, y nos dice la magnitud de la crisis”.

Citó cifras del Plan Maestro, donde se menciona que para 2007 la incidencia del VIH en mujeres era de 20 % y para 2015 subió a 38 %. “Y la respuesta gubernamental a esta situación ha sido tardía e insuficiente”.

 “Le pido a diario a Dios y me armo de valor para sobrellevar el VIH”

Las pacientes que portan el VIH no tienen acceso al kit para las cesáreas y están teniendo partos vaginales, con el agravante de la contaminación casi segura para el bebé. Luego no hay fórmulas para alimentar al niño y, como no pueden amamantar, se están dando severos casos de desnutrición.

Otras deciden migrar para buscar los medicamentos. “Tengo conocidas que se fueron a Colombia y a España, donde tienen familiares, allá las están ayudando. Yo estuve en Bogotá y me regresé, no es fácil tener que llegar allá y decir a todo el que te entrevista que eres portador. Pero sí sé que si tiene la nacionalidad colombiana tiene mejor suerte”, comentó una paciente, que pidió reservar su identidad.

Lo que no saben ellas es que al migrar pierden sus derechos de ciudadanía, sus redes de apoyo y sus recursos. “Recurren al sexo como estrategia de supervivencia o toleran maltratos. Además, en otras naciones cuando están en calidad de ilegal es muy poco probable que reciban atención”, indicó Kislinger.

Aquí algunos testimonios presentados en la ponencia de la especialista.

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Fuente: Mabel Sarmiento Crónica Uno