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Un hospital sin electricidad de forma continua no puede ofrecer de forma óptima un servicio de calidad para sus usuarios, aun cuando las condiciones generales de la infraestructura, el abastecimiento de medicinas e insumos y la cantidad y calidad del personal de salud sean las mejores. 

Juan M. Rodrigues

Para nadie es un secreto que Venezuela vive una crisis de servicios públicos sin precedentes y a todo nivel. Agua, electricidad, combustible, gas doméstico y salud, por nombrar algunos, han sido afectados de forma grave producto de la Emergencia Humanitaria Compleja (EHC), todo lo cual ha contribuido al desmejoramiento del sistema sanitario público (SSP). 

El SSP en Venezuela ha sido otro de los grandes afectados por la EHC que atraviesa el país, deterioro de la infraestructura, desabastecimiento de medicinas e insumos médicos, cierre de servicios, falta de personal de salud, entre otros, son algunos de los problemas que persistentemente enfrentan los centros de salud públicos en el país, lo que afecta la disponibilidad, accesibilidad, calidad y aceptabilidad de los servicios de salud y en consecuencia, una afectación al derecho humano a la salud. 

Las fallas eléctricas, una situación habitual

De acuerdo con un Boletín de la Encuesta Nacional de Hospitales (ENH) entre enero y febrero de 2023, el 40% de los hospitales monitoreados han sufrido fallas eléctricas, siendo los estados Falcón, Aragua y Barinas los que peor registro de fallas tienen con 24.5, 3 y 2 horas semanales sin servicio eléctrico respectivamente. 

Estos números son alarmantes, considerando que solo es el promedio de fallas de los dos primeros meses de este año. Si se colocan esas cifras en perspectivas, de acuerdo con la ENH de 2022, el promedio anual de fallas eléctricas en ese año fue de 50%, mientras que en 2021 fue de 53%. Si el promedio de este 2023 se mantiene durante todo el año, habría una reducción del promedio de fallas, pero sigue siendo alarmantes, tomando en cuenta lo expresado al inicio: no es posible hablar de salud cuando los hospitales no cuentan con servicio eléctrico de forma continua. 

Ahora bien, 2019 fue el año donde el promedio de fallas tuvo su mayor registro en la ENH, con 63%, siendo marzo el mes con el pico más alto – 83% – debido al apagón nacional que se registró ese mismo año.

¿Cuáles son las consecuencias?

La consecuencia más grave de la discontinuidad en el suministro de energía a los hospitales del SSP es la pérdida de vidas en centros de salud. De acuerdo con la ENH, solo en marzo de 2019, ocurrieron 26 muertes en centros público de salud que son adjudicables a las fallas eléctricas. 

Las muertes prevenibles y adjudicables a las fallas eléctricas se han mantenido en los últimos años, así en 2022 hubo 261 muertes relacionadas con esta situación, lo que demuestra la gravedad y la urgencia que requiere la atención del problema eléctrico y el de otros servicios públicos esenciales, como el agua. 

Aunado a lo anterior, las fallas eléctricas tienen serios impactos en la disponibilidad de servicios médicos dentro de los hospitales, desde los más “básicos” como consultas de control, hasta los más esenciales como quirófanos, unidades de cuidados intensivos (UCI) y servicios para condiciones crónicas de salud como cáncer o insuficiencia renal crónica. 

Como ejemplo de la relación directa entre la deficiencia del servicio eléctrico y la disponibilidad de servicios, podemos colocar el de las UCI durante marzo, abril y mayo de 2019, los meses de mayores inestabilidades energéticas. Así, la ENH reveló que durante ese tiempo la intermitencia en la operatividad de los servicios de las UCI alcanzó el 75%. 

A pesar de que el período del apagón de aquel año fue de entre 3 y 5 días en gran parte del país, las consecuencias de este evento se prolongaron por meses. 

Cabe destacar igualmente que, y aunque no se menciona en las fuentes consultadas, estos impactos en la población son diferenciados de acuerdo con el género, edad, condición de salud o ubicación geográfica. Asimismo, el impacto en la calidad de los servicios de salud que se ofrecen también es notable, y tiene una afectación directa en la calidad de vida de las personas. 

¿Cuáles son las soluciones?

Para poder abordar la problemática de forma eficiente hay que reconocer su magnitud. No es posible atender un problema sin antes conocer las dimensiones reales, para ello es necesario que desde el Estado haya un reconocimiento de la gravedad de las EHC y la necesidad de involucrar a todos los actores posibles, tanto nacionales como internacionales. 

Una vez hecho esto, se deben aplicar o seguir aplicando medidas que refuercen mecanismos de emergencia de suministro eléctrico a los centros de salud – todo ello mientras se atienden los problemas estructurales del sistema – para seguir disminuyendo la afectación que las fallas eléctricas tienen sobre el SSP. 

Asimismo, es necesario además considerar las situaciones de vulnerabilidad mencionadas anteriormente: género, edad, condición de salud o ubicación geográfica, para poder priorizar la atención y diseñar políticas que les permita poder acceder a la salud en igualdad de condiciones.