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Deyamar estuvo 22 días hospitalizada en el Clínico Universitario, le aplicaron una dieta rigurosa y nunca le hicieron la biopsia para estudiar el tumor que le salió en la región abdominal.

Caracas. Deyamar —se usa seudónimo a petición de quien ofrece su testimonio— tiene en su historial el trago amargo del rechazo no solo de la sociedad, sino del personal médico, y todo por ser portadora del VIH positivo.

Vivir con este virus es una cruz que nadie quiere cargar. Ella en octubre de este año pasó 22 días hospitalizada en el Clínico Universitario de Caracas.

Se le formó un tumor en la parte abdominal. “Y creo que eso fue por el tiempo que tengo sin tomarme los antirretrovirales, como seis meses”.

La internaron y durante todo ese tiempo estuvo con una dieta especial.

En sus 11 años con la patología nunca había sufrido de esta forma. Sobreponerse al estigma de la sociedad ya era un asunto “superado”. Tiene un hijo de 11 años que afortunadamente está sano. Contrajo el virus de su expareja, que hoy en día también está en tratamiento.

Para ella no fue fácil tener que sincerarse en su trabajo, ante algunos amigos y la familia. “Pero esto que uno padece en los hospitales es atroz. No hay medicamentos antirretrovirales ni para las enfermedades oportunistas. Yo me enfermé por esa misma situación. Todo ese tiempo en el hospital y no me pudieron hacer la biopsia”.

Siempre le decían que había un solo quirófano y que no se podía contaminar. “Mis médicos hablaron con el anestesiólogo y no hubo forma de que aceptara. No aguanté más y decidí salir de ese centro. Pedí que me dieran de alta”.

Deyamar se fue a su casa. Ya ha pasado un mes y dice que se siente mejor y que el tumor se está minimizando.

“Tal vez el estrés por la falta de insumos, por la comida y por todo lo que uno ve en el hospital no mejoraba. Ahora me siento un poco mejor y he ganado peso”.

No solo ahora lucha para contrarrestar la enfermedad oportunista, sino que además tiene que hacer de tripas corazones para poder hacerse los exámenes de rigor: la carga viral y CD4, que no tienen reemplazo, pero por los altos costos no puede cubrirlos.

Lo más bajo que ha visto en precio son 14.000 bolívares soberanos, “algo que no puedo pagar, primero [está] la comida de mi hijo”.

La persona que ha contraído el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) necesita dos estudios fundamentales que le permiten determinar en el transcurso del tiempo la eficacia del tratamiento: el monitoreo de recuento de células CD4 y la carga viral.

Precisamente el trabajo de los antirretrovirales, sin interrupciones, es impedir o evitar la replicación del VIH, lo que produce o se traduce en el aumento de los linfocitos CD4 fortaleciendo el sistema de defensa natural del cuerpo o el sistema inmune, pues sin tratamiento, el organismo los va perdiendo y aumenta el riesgo de contraer enfermedades más graves. Esta etapa de deterioro es cuando el VIH pasa a ser Sida (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida).

En dos platos: la carga viral es una medida de la cantidad de virus en la sangre. Por eso, por lo menos, estas pruebas se deben hacer dos veces al año, tal como lo sugirió el doctor infectólogo, Carlos Pérez, y quien hasta hace poco estuvo en el departamento de Infectología del hospital de Los Magallanes de Catia. Resulta que el diagnóstico en la red hospitalaria pública no se está haciendo, con el agravante de que el sistema inmune de los pacientes se debilita.

Deyamar va a cumplir tres años sin hacerse esos estudios y si a eso suma la escasez de antirretrovirales y de nutrientes, por supuesto que el riesgo se dispara. Y en esto el Estado tiene parte y arte, pues incumple con la entrega a tiempo de los protocolos de tratamiento.

Letra muerta

Desde el 30 de diciembre de 2014 está promulgada la Ley para la promoción y protección del derecho a la igualdad de las personas con VIH o Sida y sus familiares, la cual en su artículo 2 prohíbe y sanciona los actos y conductas de discriminación individuales, colectivas o difusas, fundadas en la condición de salud de los ciudadanos con esta patología.

Y en su artículo 19 reza que “… harán uso de las clínicas privadas y de los institutos prestadores de servicios de salud, en las mismas condiciones de oportunidad, integralidad y calidad que las establecidas para las personas en general”.

Toda esta letra parece muerta ante la realidad. El testimonio de Deyamar es un claro ejemplo a la violación de sus derechos consagrados en la Constitución venezolana y que se visibiliza en medio de una crisis humanitaria expuesta internacionalmente.

Ella, aunque es parte de una cifra, tiene rosto y voz y Crónica.Uno sirve de plataforma para exponer su caso, a pocos días de conmemorarse el Día Mundial de la lucha contra el Sida, el próximo 1° de diciembre.

Fuente: Mabel Sarmiento / Crónica Uno