Desde 2016 junto a un equipo de personas comprometidas trabaja el tema de la emergencia humanitaria compleja en el país haciendo que fuera posible el ingreso de insumos y medicamentos, sin embargo, desde 2018 a la fecha las donaciones son un poco más fácil, pero insuficientes. En 2019, el gobierno y la Cruz Roja entendieron, con la cantidad de vidas que pudieron salvarse con atención que el país estaba en emergencia.
Caracas. “Emplazamos a considerar los riesgos que corren las personas según sus afecciones. Pedimos al Gobierno permitir la ayuda humanitaria, para garantizar de forma inmediata medicamentos, insumos y servicios, y reconocer públicamente la grave magnitud del problema en todo el sistema sanitario del país”
Esas frases las decía, usando un megáfono, Feliciano Reyna, presidente de Acción Solidaria, y activista por los Derechos Humanos, ante un centenar de personas que se concentraron en la plaza Altamira Sur, el 31 de marzo de 2016, cuando se mostraban los primeros signos de la crisis humanitaria.
Ese día querían las personas que necesitaban medicamentos o tratamiento médico para poder vivir, sus familiares y las organizaciones no gubernamentales que se conformaron en la Coalición de Organizaciones que velan por el Derecho a la salud, Codevida, sensibilizar al gobierno y evitar muertes por falta de medicinas y alimentos.
La emergencia estaba en marcha y declarada, ante los ojos y oídos del Gobierno que se mostraba indolente.
Por eso la lucha se hizo más fuerte y comenzó Reyna a pisar las antesalas de los organismos internacionales.
Se propuso documentar y visibilizar los casos no solo de VIH, sino de Párkinson, diabetes insípida, hipertensión pulmonar, entre otras y así constatar la crisis de salud existente.
A continuación entrevista realizada por el equipo de Crónica Uno realizada a finales de 2019.
Desde 2016 ya veníamos alertando, ya se trabajaba en la ayuda humanitaria. ¿Sin embargo, el boom fue a partir de enero de este año, cuando el diputado Juan Guaidó asumió como presidente encargado de Venezuela?
—Las personas empezaron a decir que ahora sí entraría. Y no fue así. En marzo y abril de 2016 empezó a fluir este trabajo con los informes de Cáritas, Acción Solidaria y Codevida. Desde entonces la situación para nosotros ya tenía carácter humanitario, pues se estaban produciendo muertes evitables por falta de tratamiento y había contaminación de la infraestructura hospitalaria, se extendía el daño por áreas geográficas, el hambre que se iba generalizando y, además, venía ya con impulso ese proceso migratorio. Luego, en 2017, se hace inevitable entender la crisis, lo que pasó en el puente fronterizo, esa imagen de 35.000 personas cruzando hacia Cúcuta nos dice una vez más que esto era en serio.
¿Cuándo la comunidad internacional empieza a participar?
—En 2017 comienza a operar algo, pero sin llamarla específicamente ayuda humanitaria, con las OPS, la Unicef y Médicos Sin Fronteras. En 2018 se involucra más gente nacional e internacional. De hecho, el año pasado se oficializó con el Fondo Global de Naciones el Plan Maestro tratar el VIH, la Malaria y la Tuberculosis. También se involucra la Unión Europea. Pero ya veníamos nosotros con nuestros programas que no los habíamos parado, reclamando mucho más participación del sistema de Naciones.
¿Qué pasa en 2019?
—Se involucra la Asamblea Nacional de una forma más abierta. Viene el nombramiento de Guaidó, el decreto de emergencia humanitaria y se empieza a adaptar y a unificar el término de la emergencia humanitaria compleja.
¿Y funcionó?
—No es la situación ideal todavía, pero ha ido escalando la participación, poco a poco se fueron sumando más organizaciones nacionales e internacionales. Tan es así que se activó la Cruz Roja que había estado al margen de una situación muy evidente. El Gobierno mismo empieza a verse forzado a admitir que sí había una situación de emergencia ante los hechos reales inevitables, desafortunadamente tardía. Un tema que no ha podido ocultar es el de los refugiados, la cantidad de gente que salió del país porque su seguridad no estaba garantizada, eso no se puede tapar.
¿Qué balance se puede sacar?
—La verdad es que el balance es que es más visible el drama que está viviendo la población en Venezuela y no se puede negar que los programas se han ido incrementando a través de diferentes tipos de asistencia. Quizás no todas son evidentes, pero sin duda van llegando a las personas que más lo necesitan. Cuando hablas de ayuda humanitaria no es que vas a ver un gentío en la calle recibiendo algo, o ver que llegó la luz o los hospitales recuperados. Porque lo primero que necesitas hacer es salvar vidas y evitar sufrimiento. Y al mismo tiempo se va trabajando y recuperando condiciones dignas. Si pasas por ancianatos, verás que reciben apoyo de algún programa social. Lo mismo en un hospital.
Todavía no es suficiente
Para muchos actores internacionales, que esperaban ver un país en ruinas como los que conocen en emergencia humanitaria por guerras como en Siria, por una catástrofe natural o por años de haber sido afectados por una pobreza generalizada, es muy difícil imaginarse una Venezuela que tan aceleradamente cayó en sus posibilidades de general satisfacción a su población.
Vienen y ven una autopista, edificios, luces y árboles de Navidad y dicen que la cosa no es tan crítica como en Sudán del Sur, Yemen y Siria. Reyna comentó que eso les ha pasado muchas veces cuando llega un invitado internacional.
Cuando salen a una zona desfavorecida aquí mismo en Caracas, tienen que meterse en la vida de las personas para darse cuenta del desbalance de, por ejemplo, el hecho de que unos tienen más dólares que otros. Y así entienden que hay una mayoría afectada”.
Y se preguntó: “¿Cuántos podemos estar bien? Un millón de personas, bueno, somos 27 millones si descontamos los que se han ido”, se contestó. “Una de las cosas que nos dicen cuando vienen a buscar medicinas aquí es que están agradecidos por eso, porque el dinero que tienen es para medio comprar comida. Por eso decidimos que es mucha la dimensión”.
¿Acción Solidaria trabaja con su propia ayuda o está recibiendo insumos de lo que ha entrado?
—Aquí estamos entregando 2600 medicamentos por mes para todas las patologías. Hemos subido, este año ha sido fuerte, porque también tenemos más apoyo de otras asociaciones que no están relacionados con la Cruz Roja o el Gobierno. Tenemos una red de 100 instituciones aliadas en todo el país. Contamos con 45 médicos que llegan a los hospitales públicos y, por esa vía y por la red, estamos entregando 22.000 tratamientos por mes. Además, hemos distribuido un poco más de un millón de insumos médicos y otros artículos. Eso se hace directamente a las personas. En cambio, la Cruz Roja tiene su propio mecanismo, trabaja por sus hospitales y servicios, más los acuerdos establecidos con el Ministerio de Salud.
¿Es una ayuda humanitaria en toda la extensión de la palabra?
—Lo que llegó es poco, ese es el problema. Si aquí hubiese una operación humanitaria como la que realmente se necesita, tendrías que haber hecho una apertura total para que siga llegando, para que no se muera un niño más en el J. M. de los Ríos, para que funcionen las unidades de diálisis, por ejemplo. Todo el sistema de salud debería estar funcionando. También hay problemas en las cárceles, reclusos muriendo de hambre. Eso no podría suceder más si tienes la apertura total y todos los programas funcionaran por prioridad, zona geográfica, por patologías, por grupos diversos. De hecho, hay poblaciones indígenas que no están asistidas, porque no hay gasolina para llegar hasta ellas. Falta mucho, no se puede decir aún que estamos cubriendo las necesidades básicas y que ahora hablaremos de recuperación.
¿Los han invitado para hacer contraloría a la Cruz Roja?
—Nuestro trabajo ha sido muy forzado, no tenemos tiempo, estamos vinculados con varios representantes nacionales e internacionales, somos parte del equipo humanitario del país, que es el mecanismo establecido por las Naciones Unidas para la cooperación, somos parte del subgrupo de enfermedades no transmisibles y hospitales el grupo cluster de la OPS, donde estamos 14 organizaciones y hay algunas coordinaciones. No podemos hacer contraloría a la Cruz Roja, estamos ocupados con los programas, vamos a la OPS, a las Naciones Unidas, es un esfuerzo continuo que genera también estrés en el personal que, además, necesita mucho apoyo. Aquí todos tienen a un familiar enfermo. Es común en el país, yo mismo tengo que buscar pañales para mí mamá y el año que viene tengo que compartir su cuidado con el trabajo. Mi pareja se fue del país por esta misma crisis y para poder ayudar a su familia. También tenemos la ansiedad por la comida, pasamos 15 días sin agua. Eso es parte de la ayuda humanitaria. Es arduo. Aquí solo hay un grupito privilegiado y uno lo ve.
Mucha incertidumbre
Feliciano Reyna salta del hombre de la ONG al ciudadano normal que sufre y padece. Sin embargo, no resiste ante el hecho de que todo esté perdido y sin esperanzas.
Sabe que el panorama no pinta bien. De hecho, las cifras que revelaron la magnitud de la crisis humanitaria compleja en enero: 11 millones de venezolanos en riesgo, puede cambiar drásticamente a pesar de los colchones de ayuda que entraron hasta junio-julio de este año.
¿Hubo mejoras o, por el contrario, hay más vulnerables en el país?
—Si hubiera tal bienestar, no es un bienestar estable. Mira tengo personas que durante un tiempo pudieron cubrir su tratamiento porque tenían los 400 dólares al mes y ya no. Había familias que mandaban dólares, con 25 aquí se podía hacer algo, pero la situación del que está afuera tampoco es fácil. En ciertas áreas urbanas vemos más movilidad y consumo, y, ojo, no me baso en estudios, es una sensación, pero no se puede decir que nos enrumbamos en una proceso económico sostenible. Uno ve que el gobierno hace maniobras para manejarse en un escenario complicado, pero ¿por cuánto tiempo se puede sostener? Hablamos de unos 10 millones u 11 millones, pero además si sumas los que están pasando dificultades por falta de comida, hay grupos que han calculado 14 millones. Se supone que pronto tendremos datos nuevos del terreno que debe dar el sistema de Naciones Unidas, que habló de 7 millones y probablemente lo incremente. De igual modo sean 7 u 11 millones estás hablando de 30 % o 50 % y por eso la respuesta debe ser mucho mayor.
¿A diferencia de otros años, han tenido problemas para trasladar la ayuda?
—En estos momentos tenemos problemas de logística, cuando distribuyes hay alcabalas. Hay todo un caudal que no está haciendo que fluyan los programas. Pero también debemos reconocer que están dejando que entren, así como la mercancía para los bodegones, están llegando las medicinas, alimentos y los insumos médicos que son para ayuda. Por ejemplo nosotros traemos pañales y kits de higiene personal. Hay una flexibilidad, pero no en las cantidades que hacen falta, uno pudiera decir me traigo 10 contenedores de ayuda y llega sin contratiempos de aduana, pero de esa forma no pasa aún. Tendríamos que llegar a una admisión de la gravedad de la situación. Todavía uno escucha a voceros decir que aquí no hay crisis y por eso desestiman la ayuda humanitaria más que los daños generados por las sanciones. Y a la vez contradicciones cuando ves que hay beneficios para unos, armas, bodegones, concesiones, entonces uno se pregunta ¿cómo es que está funcionando el bloqueo? Pero es indudable que ha crecido el ingreso y que hay más coordinación y más actores diversos, y con todo eso falta mucho.
¿Cuáles son las perspectivas para 2020?
—Todo pasa por que se haga el camino para la transición, que conduzca a una elecciones con un CNE que no responda a los intereses de un grupito, y a la recuperación de la conducta democrática del gobierno. Eso después te va ayudando con todos estos proceso y es lo que no se ve claro en esos momentos. Mientras más perdure la crisis política, seguirá la económica y, más probable, la emergencia humanitaria. Entonces se ve un año muy complicado y nosotros debemos dar respuesta y prepararnos para poder desarrollar y ampliar nuestros programas.
¿Saldremos de la crisis?
—Necesitamos que los políticos funcionen y den respuesta a la población, hay que acabar con la corrupción exacerbada que sigue ocurriendo. Veo un gran peso sobre la ciudadanía y la sociedad civil. Y de nuevo eso pasa por regresar a la institucionalidad, la restitución de la justicia, luego el tema de los derechos humanos. De hecho, la Alta Comisionada recomendó, sin ningún tipo de rodeos, la eliminación de la FAES y siguen operando. Continúan las torturas, las detención arbitrarias, el acoso a los medios. Alimentos, salud, calidad de vida eso es parte de la ayuda y, por último, el tema de los refugiados, que posiblemente se incremente el año próximo.
Reyna también le habló a los políticos, donde quiera que estén, y los invitó a promover procesos de negociación, “sin los cuales no hay una salida adecuada”. Recordó al recientemente fallecido Pedro Nikken:
Era un absoluto convencido de que no hay otra salida sino la negociación. La diferencia la hacen unos cuantos muertos antes o después, pero es necesario sentarse a negociar y ser sinceros, decir al pueblo –no con un mantra– que este es un proceso de largo plazo. Por eso el papel importante de la sociedad civil este 2020”.
Feliciano Reyna insiste en la importancia de la visibilización de todo lo que ocurre para seguir presionando a la comunidad internacional. Ahora, sobre la ayuda humanitaria entiende que hay muchas cosas en el aire a las que deben darles respuesta desde el mismo día que se dijo: “entra porque sí”.
Entrevista realizada por Crónica Uno