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En el año 2014, las Naciones Unidas declaró el 5 de noviembre  como el Día Internacional de las Personas Cuidadoras, también conocido como Día del cuidador, con la finalidad de sensibilizar y llamar la atención sobre la labor de millones de personas que cuidan a otras debido a una situación de dependencia

Anamar Córdova

¿Qué significa ser una persona cuidadora?

De acuerdo con la escuela de medicina de Jhons Hopkins, una persona cuidadora es aquella que “atiende las necesidades o inquietudes de una persona con limitaciones a corto o largo plazo debido a una enfermedad, lesión o discapacidad”. Es decir, una persona que asume la responsabilidad y/o el rol de brindar apoyo y atención a otra persona que no puede hacerlo por sí misma, ya sea de forma exclusiva o compartida.

Así es como, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se estima que alrededor de 14% de la población de 65 años o más se encuentra en una situación de dependencia de cuidados en latinoamérica. Sin embargo, la dependencia no es exclusivamente por edad, también puede venir por consecuencias de alguna condición de salud o discapacidad temporal o permanente en cualquier momento de nuestras vidas. Si evaluamos el caso de Venezuela, las razones se extienden desde la falta de recursos económicos, separación familiar y hasta por roles y estereotipos de género dentro de la propia cultura tradicional venezolana. 

En primer lugar, cuando hablamos de la labor del cuidador, podemos referirnos a profesionales especializados en cuidados (servicio de atención, asistencia a domicilio, auxiliares de enfermería) cuya remuneración es monetaria o, por otro lado, a familiares o amistades que se dedican a satisfacer las necesidades básicas de algún ser querido y contribuir a la mejora de su calidad de vida y – en la mayoría de los casos – sin recibir ningún tipo de remuneración.

Dentro de las tareas de las personas cuidadoras se encuentran el aseo personal, alimentación, limpieza del espacio donde está ubicada la persona, suministrar tratamiento médico, terapias de rehabilitación, movilización periódica y acompañamiento a consultas médicas. Esto significa destinar una buena parte del tiempo personal para estos fines, de hecho, se calcula que en promedio, una persona cuidadora dedica más de 24 horas a la semana en labores de cuidados de un ser querido, es decir, más de media jornada laboral, por lo que, resulta fundamental reconocer, valorar y apoyar el trabajo de cuidado mediante políticas integrales que beneficien tanto a trabajadores de cuidado formales como informales.

Los principales desafíos y costos del trabajo de cuidado  

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que en la región de América Latina y el Caribe 47 millones de personas se dedican al trabajo de cuidados, por lo que resulta fundamental destacar los principales desafíos a los cuales se enfrentan estas personas. Existen dos grandes preocupaciones en cuanto al rol que desempeñan quienes cuidan: financieros y emocionales. 

El primero se debe a la disminución de  oportunidades en términos de ingresos, es decir, contratar a un profesional especializado genera un gasto que muchas veces se prefiere evitar asignando este rol a un familiar que pocas veces recibe una remuneración por su tiempo, lo que a su vez, implica la disminución o pérdidas de oportunidades laborales, sobretodo de trabajos formales, por la necesidad de tener horarios flexibles que le permitan conciliar las responsabilidades de cuidado con el trabajo. 

A su vez, la gran mayoría de los familiares que se ocupan de los seres queridos no reciben retribución, ni siquiera de tipo social mediante halagos, buenos comentarios o apoyo no pecuniario. Lo que da paso a la segunda gran preocupación de los cuidadores, la carga emocional de enfrentarse a situaciones complicadas como la enfermedad o discapacidad de un ser querido, que puede derivar en problemas de salud mental como agotamiento y cansancio físico, así como trastornos más específicos como ansiedad o depresión; la responsabilidad financiera como el hecho de costear medicamentos, exámenes, terapia, entre otros; sin dejar a un lado la pérdida o disminución de ingresos por el tiempo que se invierte; el impacto en la salud física como el descanso, la falta de reconocimiento y apoyo social, lo cual, se convierte en un factor determinante que afecta el bienestar de las personas. 

Cuidadora en Venezuela: un escenario que se agudiza 

En los informes “Todo lo resuelvo a medias” (2024), Acción Solidaria tuvo acceso a información relacionada a la materia en los estados: Carabobo, Mérida y Lara. La investigación se centró en encuestar a personas que interactuaban con el sistema público de salud, dentro de los cuales, se encontraron muchas personas cuidadoras. En ese sentido, la investigación arrojó que, en promedio, 34% de la personas encuestadas ejerce labores de cuidado, de los cuales 73% nunca ha recibido compensación alguna. 

De hecho, 35% de la muestra total siente la obligación de ejercer labores de cuidado de un familiar o ser querido y 18% señaló haber perdido oportunidades económicas como trabajos por ejercer dicho rol.

Resulta vital destacar que en nuestro país se mantiene la Emergencia Humanitaria Compleja (EHC), afectando considerablemente la calidad de vida y la posibilidad de acceso a bienes y servicios de salud de la población venezolana, particularmente a quienes tienen condiciones crónicas de salud y a personas en situación de vulnerabilidad, a quienes impacta de forma más grave y diferenciada como las mujeres, la personas LGBTIQ+ y las personas adultas mayores.

Dentro de la muestra de las personas que señalan realizar labores de cuidado, 60% son mujeres, lo que confirma el estereotipo y rol de género de que la mujer es quien asume las labores de cuidado de otras, las estadísticas estiman que 37 millones de mujeres se dedican al trabajo de cuidado. Esto no solamente tiene un impacto diferenciado y agravado en ellas, sino que también acentúa la desigualdad de género y las coloca en situaciones de mayor vulnerabilidad. 

Por otro lado, las personas que se identifican como LGBTIQ+ son otro grupo que absorbe mayoritariamente las labores de cuidado, esto porque se asocia el rol sexo-diverso con los constructos sociales relativos al género en donde dedicarse a asistir a otros se relaciona con lo femenino, delicado y solidario. Por último, encontramos que tanto los adultos como las adultas mayores se han visto forzados a asumir roles de cuidado de familiares y principalmente nietos por la migración forzada que ha desvinculado la estructura familiar tradicional en donde los padres han tenido que abandonar el país por la crisis actual. 

En el Día Internacional de las Personas Cuidadoras, Acción Solidaria reafirma la importancia de reconocer y valorar el trabajo de quienes, en condiciones muchas veces adversas, dedican su tiempo, recursos y esfuerzo a mejorar la vida de otros. En el contexto venezolano, que impone desafíos adicionales, es esencial promover políticas que no sólo reduzcan las desigualdades, sino que también proporcionen apoyo real y sostenible para las personas cuidadoras. Al honrar su labor, podemos avanzar hacia una sociedad que valore el cuidado como un derecho y responsabilidad compartidos, promoviendo una vida digna tanto para quienes cuidan como para quienes reciben atención.